Abrí mi vieja croquera, para sacar de ella alguna hoja en blanco para dedicar mi arte a alguien especial, y fue ahí donde entonces recordé, que cada noche a eso de las 2 AM, para calmar mi miedo, ese miedo que recorría mi mente todos los sábados en la ausencia de mi abuela. Si y bajaba, sacaba la enciclopedia de arte y comenzaba a deslizar el pincel sobre las hojas vacías que aclamaban tener vida... y si, que instantes tan llenos de vacíos mentales, que droga más saludable para aquella niña de tan solo 9 años... y si, que momentos más fantásticos para recrear el dolor y sufrimiento en paisajes llenos de color, aquellos que representaban mi anhelo, mi sueño perfecto era pintado sobre hojas por mi... y si creo que eran unas 2 horas de ocio en la madrugada y luego en mi boca terminaban esas gamas de colores, siempre con el pensamiento suicida de poder salir de ese lugar y desfallecer sobre mis hojas con colores... pero aquello hasta el día de hoy no ocurre.. sigo siendo aquella niña que toma ahora sus telas o maderas sus óleos y retrata una realidad utópica... soy aquella que sigue limpiando el pincel con la boca, y aquella qu en arranques de locura, lo arruina todo y lo bota...
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